Historia previa a 1975
Hemos querido recoger en estas líneas la historia de Herrera en lo que a "Música" se refiere, previa a la fundación de la Asociación allá por el año 1975, ya que ello nos facilitará en gran medida la comprensión del pasado, presente y futuro de nuestra Asociación. Lo que exponemos a continuación está extraído del libreto "La Idiosincrasia de un pueblo: Herrera y la Música", editado con motivo de la celebración del acto de presentación del cd "Mektub-Estaba Escrito". El autor del artículo es D. José Antonio Quiles. Agradecemos desde aquí el enorme trabajo realizado por José Antonio en pro del tallado histórico de la música herrereña. En otros momentos facilitaremos algunas imágenes que hacen alusión a la Historia aquí narrada.
Quien iba a decirme a mí tan sólo tres años atrás, cuando buscaba y requetebuscaba entre memorias, documentos, bibliografía y análisis musicales detallados –hallando los pocos datos coherentes que se expusieron en el libreto de 25 Años de Pasión-, que la información existente sobre la historia musical herrereña podía aumentar hasta el punto que lo ha hecho, llegando a poder apoyar con documentos escritos y fotográficos la existencia de una serie de generaciones, casi sin saltarnos escalones, desde el 15 de Abril de 1849 hasta hoy mismo. Puesto que eso es tal y como les cuento, en las líneas que siguen trataré de demostrarlo, para regocijo de propios y extraños.
El proceso de gestación no se nos muestra bien claro, pero tampoco sabemos exactamente como surgió el Universo y los científicos llevan muchos años investigándolo. Se barajan varias posibilidades, si bien es cierto que se suponía su situación más de un siglo antes de los documentos escritos que poseemos actualmente. Entre dichos documentos se encuentra el "acta del cabildo de cuentas" celebrado el día 15 de Abril de 1849, donde se detalla el pago de "100 reales a los músicos por el septario y tres horas más". Es ese el primer dato conocido y documentado, hasta el momento, de la historia musical lugareña que, aunque no cita persona concreta alguna, tiene el valor de ser el más antiguo conservado (las fuentes orales nos llevan más allá, sin embargo su fiabilidad no es tan absoluta). No será hasta el 8 de abril de 1863 cuando se cite el nombre y apellido de un músico local, a saber, D. Gabriel Medina, "maestro de música". Posteriormente, en 1871 y 1876 se nos habla de D. José Medina y D. José Luna, respectivamente, constituyendo lo que consideraremos, a partir de ahora, la primera generación conocida de músicos. Nada más sabemos de ellos, ni edad, ni dedicación profesional, ni tan siquiera el instrumento tocado; aunque una cita textual sí me parece muy significativa: "maestro de música"; evidente es que para ser maestro hay que tener alumnos, así que a partir de ahí imagínense. También es de destacar el apellido Medina, ya que sobre medio siglo después volveremos a encontrar tal apellido en el, quizá, mejor músico que haya dado nuestro pueblo: D. Vicente Muñoz Medina.
Pegando un breve salto temporal de 14 años, que no será tal si consideramos que nuestra primera generación de músicos seguiría en activo por un tiempo, nos encontramos con el primer documento fotográfico poseído. Se trata de un retrato de cuerpo entero, sedente, donde D. Manuel Guijarro posa con su trompeta en las manos. Supongo que son pocas las personas que conserven fotografías de tal época, independientemente de ser músicos o no, ya que, bien sabido es, la fotografía se había inventado en Francia sólo 60 años antes, aunque no se llegó a comercializar entre las clases pudientes –y gracias al afamado pintor Daguerre- hasta la década de los cuarenta (s. XIX), de modo que imagínense cuando pudiera llegar a España, más aún si de clases humildes hablamos. Decía, pues, que se trata de un documento trascendente a nivel histórico general, sin embargo, su significación aumenta en grado sumo por el simple hecho de poseer un instrumento musical. Piense conmigo: ¿con qué se fotografiaría una persona de la época cuando sabía, con toda probabilidad, que sería la única foto de su vida?. Evidentemente con algo tenido por muy apreciado, en nuestro caso una trompeta; lo que nos dice que la cultura musical de la época no era algo accidental sino, más bien, todo lo contrario, algo ya arraigado y digno de aparecer en una foto como el elemento más querido en la vida de un individuo. Por curiosidad: D. Manuel Guijarro era abuelo de nuestro querido D. Rafael Gálvez, por Rafalito "Azafrán" conocido.
Sé, con bastante certeza, que en Herrera se conserva otra fotografía de igual época a la descrita anteriormente. El interés de la familia que la posee por encontrarla ha sido enorme, pero la casualidad ha querido que ésta no aparezca por lado alguno. Así estos dos sujetos, pertenecientes a una ya cierta banda de música (cuyo nombre y composición nos es desconocida, aunque sabemos que existía), constituyen lo que venimos a denominar como segunda generación conocida de músicos.
El siguiente paso de nuestra andadura lo damos para situarnos en la década de los años 20, ya en el siglo XX. Al seguir nuestra marcha damos por bueno el comentario que anteriormente hacíamos para abrirnos a la segunda generación. Nos situamos en fecha algo incierta, sabiendo que lo que relatamos ocurrió antes de 1931. Se trata de la existencia de dos bandas de música, de componentes, número y composición ignorada, pero con directores conocidos: uno, D. José Elías, de la familia de los "pelajes" (se nos comenta); otro, el mencionado D. Vicente Muñoz Medina, punto articulador de nuestra historia y patriarca de una gran familia de músicos. Ellos, junto a los compañeros que los rodeasen, son constitutivos de la tercera generación conocida de músicos. Del primero sabemos poco, tan sólo que dirigió una banda, la cual pasó a integrarse en los años 30 dentro de la del otro mencionado músico, sin saber ni siquiera qué instrumento tocaba, aunque, no obstante, ha llegado a nuestro conocimiento que D. José ejerció de maestro del patriarca de otra gran familia de músicos, hablamos de D. Rafael Reyes Rodríguez.
Acerca de D. Vicente las reseñas son más profusas. El maestro fue gran músico y persona entregada, buen hacedor con la batuta y la composición –así como al teclado de órgano y piano-, emprendedor, aventurero y legendario. Dicen de él hechos que lo comparan, en inteligencia, con el mismísimo Mozart, mientras otros lo pusieron poco menos que al lado de Jesucristo por su sufrida lucha. Y parecen no mentir: era D. Vicente un chiquillo jovial y alegre hasta que una rara y temprana enfermedad le afectó sus piernas, dejándole bastante impedido. Ocurrió por entonces que su familia se trasladó a Sevilla capital a vivir, encontrando el niño buena ocupación en asistir a clases de Conservatorio. La distancia en las ciudades ya se sabe (aunque aquella urbe no tuviese que ver nada con la actual), pero impedido y todo el niño Vicente insistía en seguir yendo a clases, "ayudándose de los ventanales" en la mayoría de las ocasiones. Parecía estar muy seguro de lo que hacía. Con el tiempo el destino premia a los que muestran sus avales, y al buen músico así le ocurrió: llegado D. Vicente a cierta edad pasó a dirigir una conocida banda en la capital. Era entonces la época en la que E. L. Juarranz dirigía la banda municipal. Parece ser que la casualidad quiso poner a nuestro paisano en uno de los ensayos de tan renombrada agrupación, concretamente en uno que preparaba el estreno del pasodoble " La Giralda". Ante su audición la fascinación de D. Vicente fue fastuosa, aunque no lo suficiente como para dejarle inconsciente. Cada nota era memorizada, cada acorde sentido y cada instrumento recogido. De tal modo, llegado a su casa, el maestro transcribió de memoria el pasodoble oído para, consecutivamente, ensayarlo y adelantarse al estreno con su propia banda. Así sucedido, el enfado de E. L. Juarranz fue monumental, llegando al punto de interponer denuncia pública por la "copia ilegal". Transcurrido el tren de la justicia en su lenta marcha, la sorpresa fue mayúscula cuando el juez encargado del caso no dirimió en castigo alguno hacia D. Vicente. Parecía evidente: no había copia alguna, tan sólo una habilidosa y portentosa memoria auditiva.
Hasta cerca de 1942 sabemos que nuestro maestro dirigió la fusión de las dos anteriores bandas, labor que dejó, según parece, solo tras su muerte. Tengo constancia, hasta el punto de haber tenido documentos en mis manos (aunque lamentablemente perdidos), que en Herrera existen obras compuesta por D. Vicente (concretamente una misa musicada), igual que sabemos de la enorme labor didáctica que emprendió, pues enseñó, entre otros a: D. José Suárez, D. José Gálvez Jurado y D. Rafael Gálvez Jurado.
No quiero dejar pasar el punto del relato en el que nos encontramos sin hacer un breve comentario de significación social. Puede que a todos ustedes la existencia de dos bandas de música no les parezca más que un dato cuantitativo, o, a lo sumo, anecdótico, más deseo que la trivialidad no les confunda. Las instituciones educativas de un pueblo, las asociaciones culturales que posee, el bagaje que las mismas reúnen y representan hablan mucho de la sociedad a la que se hayan adscritas. Si no ¿por qué los militares romanos se limitaron –salvo contadas excepciones- a copiar la originalidad del anterior arte griego?; así contrapuestos parece ser clara la diferencia del carácter griego al cesáreo romano, por poner un ejemplo. Decía, las dos mencionadas agrupaciones bandísticas históricas nos hablan de "una época que debió ser gloriosa para Herrera en su globalidad". Y no lo lanzo al vuelo así porque así, sino que son varios los datos complementarios que nos ayudan a realizar tal deducción. Así, les recuerdo que también fue aquella época la cuna de nuestro escritor, hasta ahora, más ilustre: D. Manuel Martín-Arjona, reciente y brillantemente recuperado por nuestro grupo de teatro Escanpolo. También me veo en la necesidad de mencionar la creencia actual de algún culto herrereño, de sabia mente y anónima identificación (por voluntad propia), acerca de la permanencia de algunos datos sustentadores de la hipótesis que defiendo en el archivo del Gobierno Civil de Sevilla; lo cual, unido a la existencia de otras agrupaciones musicales como la orquesta Alegría musical, y, sin duda, motivado por la señora existencia en nuestro pueblo de un cardinal Ateneo Cultural (poco e injustamente recordado en nuestra época), muestran mucha luz a la aserción esgrimida.
Era Alegría Musical, cuya tarjeta de presentación conservamos datada en 1931, una agrupación formada por algunos componentes de las bandas para hacer un tipo de música ligera. Y cuando hablamos de ligera tengamos en cuenta que el rock (y por supuesto toda la música moderna que deriva de él), aún no se había inventado, faltándole aún una década para su aparición.
La orquestina se ofrecía para bailes, bodas y festejos, siendo D. Enrique Carmona (trompeta), D. Rafael Reyes Rodríguez (Saxofón), D. Juan Canela (clarinete), D. José Suárez (bombardino), D. Teodoro Muñoz (requinto) y un tal Lorenzo –cuya pista es poco clara- (batería), los integrantes. Solían ambientar el pueblo tocando todos los domingos del verano, contratados para los mencionados bailes, bodas (celebradas encima del actual Banesto) y festejos, o, si nadie los requería, por iniciativa propia. Enseñados la mayoría por los mencionados D. Vicente Muñoz y D. José Elías, venían a constituir la cuarta generación de músicos. A ellos hemos de unir los nombres de D. Eduardo Páez quién, junto a D. José Suárez, asumiría no solo la función de disfrutar la música sino también enseñarla, por supuesto en el seno de la, ya unificada, banda de música. Se comenta de aquél que la introducción en el arte de los sonidos fue autodidacta, difícil de creer en el ambiente que vivía, donde hubiese sido fácil recibir alguna lección de solfeo y flauta (instrumento que ejecutaba).
Otros músicos coetáneos aparecen en la siguiente fotografía, banda unificada de 1942, herencia de D. Vicente Muñoz, donde acompañan a los maestros de turno (los antedichos D. Educardo Páez y D. José Suárez). En esta imagen ya aparecen algunos de los que serán la quinta generación de músicos, que permanecen al lado de sus maestros. Los integrantes son: D. Juan Ruíz-Canela, D. Antonio Carmona, D. Juan Maya, D. Eduardo Páez, D. Rafael Gálvez, D. Francisco Borrego, D. Enrique Carmona, D. Teodoro Muñoz, D. Francisco (el "Bombi), D. Rafael Reyes, D. José Suárez, D. José Gálvez, D. Ramón Reyes. D. Eligio Montaño, y el "lino" (otros tres componentes de la banda, son: D. Gabriel Muñoz, D. Juan Canela y D. Antonio Maya).
Desde 1942 hasta 1974 la presencia de la banda va mermándose cada vez más, primero poco a poco y después vertiginosamente, debido en parte al éxito que cosecharán las orquestas de baile de la época, lógico, por una parte, debido a la juventud de los músicos que teníamos y al abandono de los mayores. A favor de éstas últimas hemos de decir que jamás permitieron que el repertorio típico de banda dejase de sonar en las ocasiones anuales que era debido, a saber: Navidad, día del Señor, Purísima y Semana Santa; lo cual, visto inteligentemente, era lo menos que se podía esperar, ya que el ejercicio de la responsabilidad más elemental exige no olvidar a la institución que había ayudado a formar músicos en edades jóvenes, y, por tanto, de escasez de recursos. Prosiguiendo con el relato, en muchas ocasiones los encuentros melódicos eran casuales, pues músicos que habían emigrado a diferentes zonas de España se reencontraban en las fechas citadas para ambientar y recrear la tradición, junto con otros que permanecían en el pueblo. Evidentemente los ensayos para estas ocasiones eran casi inexistentes, pero el coraje, voluntad y peso histórico les hacía actuar como sólo lo saben hacer los ARTISTAS, así escrito, con mayúsculas.
Era la época de la que llamábamos quinta generación: los tres hermanos Reyes (José, Rafael y Ramón), Rafalito ("Azafrán"), Gabriel Muñoz, Juan Palos, Gabriel Roldán ("Churumbelo"), Isidoro Ruíz-Canela, Juan Canela, "el lino", Juan Maya, etc. Aunque son difíciles de separar de una siguiente generación, poco más joven, que denominamos sexta generación de músicos, donde encontramos, entre otros a Ventura Cabezas, Manuel Suárez, Antonio Reyes y Lorenzo Solís.
En lo que respecta a la banda, debemos conocer que era común, durante los años 50 y 60, dividirla en dos grupos. Uno era el de la Virgen, tocando siempre el Stabat Mater y algunas marchas como Angelitos Blancos, Triunfal, Paz Eterna, Llorada; el otro grupo, el del Jesús, realizaba semejantes interpretaciones, aunque el Stabat Mater era sustituido por el Miserere. En ocasiones ambos grupos juntos, o separados, acompañaban a San Juan tocándole comúnmente pasodobles, hasta que un buen día, como cuentan chistosamente los músicos que vivieron el momento, un cierto cura se tomó aquellas interpretaciones militares y taurinas como una ofensa, amenazando con vehemencia, lo cual provocó el cambio de costumbres de ahí en adelante.
El mundo de las orquestas de baile de la quinta y sexta generación es bastante complejo. Unas aparecían y otras desaparecían, se fundían y refundían, cambiaban alguno de sus componentes, se echaba mano de los vecinos ponteños, se contrataban a bellas señoritas cantantes, y un sinfín de estrategias más. Dado que hay personas en el pueblo que conocen bastante mejor el tema que un servidor, yo limitaré este espacio a nombrar quienes fueron sin entrar en profundidades.
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Vemos pues el dinámico movimiento al que aludía más arriba. Quizás ningún proyecto fuese lo suficientemente estable como para poder vivir permanente y exclusivamente de él, pero quien les escribe se haya en condiciones de afirmarles tajantemente (tal como me atestiguaron aquellos a los que les tocó vivir) que cada cual mantuvo despiertos grandes sueños a su manera, elevaron el vuelo hasta un nivel bien digno y mantuvieron viva la cultura musical que, en definitiva, y diciéndolo con plena conciencia, es de lo que se trata.
Y todo sin haber mencionado la Estudiantina, la Tuna, o como quiera que se llamase a una peculiar agrupación, más inestable quizás que las anteriores, que mezclaba instrumentos de viento, instrumentos de cuerda y cánticos. La primera aparición fue a comienzos de los años 40, después de la fusión de bandas que comentaba, siendo conocido como "Los Godos", pues vestían de visigodos, estando integrada por miembros de las bandas, además de otros añadidos. La autoría de letras y músicas es cuestión harto discutida, algunos hablan de la importancia de D. Eduardo Páez, otros de D. Juan Canela (autor de la, ya, célebre habanera).
Lo único cierto de todo el entramado anterior de banda, orquestas y estudiantina, es que la música en Herrera, a pesar de mantenerse por muchos años, había acabado desapareciendo. Concretamente, a comienzos de los 70 no había estudiantina, y, por vez primera en muchísimos años, la Semana Santa del año 1975 pasó a la historia como la única que no escuchó a los músicos por las calles (quizá solo algunos sones de tambores y alguna que otra corneta, muy lejos de los tradicionales misereres y marchas de procesión). Ante tal peligro una nueva historia comienza, la historia moderna de la música herrereña, empiezan los "Amigos de la Música" como herederos y revitalizadores de una cultura que –de no ser por lo que fue- hubiese caído en un pozo sin fondo. Y con "Los Amigos de la Música", evidente es, la séptima, octava, novena, y no se cuantas más generaciones musicales. Cuando las modas aún no existían, cuando el tira y afloja no tenía cabida, cuando la unión de un pueblo en torno a una idea era más que necesario (por lo que significaba de tradición, mas también por los tiempos turbulentos que se vivían), cuando dar la cara era un reto, fue entonces cuando surgieron una serie de personas dispuesta a entregarse por un proyecto asociativo, de cohesión. Unos estaban ya bastante trillados en lo que a música se refería, aunque nunca hubiesen pensado en la nueva ambición que ahora se les planteaba, otros eran nuevos a todos los efectos. Se me viene a la cabeza nombres como D. Ventura Cabezas, D. José Reyes, D. Gabriel Muñoz, D. Teodoro Muñoz, D. Manuel Vázquez, y algunos más que hubo, tantos que no tendrían cabida en este escrito; pero se me viene también a la cabeza el esfuerzo de todo un pueblo con sus cuotas anuales, las cuales, aunque simbólicas, constituían un espaldarazo moral importante. Igualmente se me vienen los esfuerzos sanos de muchos chavales y chavalas, como la respuesta de un público ilusionado, como, en definitiva, un pueblo: HERRERA.
Luego muchas ramas brotarán, en la mayoría de los casos, derivarán de "Los Amigos de la Música" y los recursos que aportaron al pueblo, de forma directa o indirecta. Jamás se me olvidará el enorme esfuerzo para traer a los primeros profesores oficiales de música que existieron en el pueblo allá a finales de los 70, aquellos a los que muchos después les debemos, como mínimo, nuestra profesión, y no por ellos mismos, sino por la labor que iniciaron y se continuó en el tiempo. Así ocurrió bajo la alcaldía de D. Manuel Vázquez Arjona, muy apoyado por D. Juan Antonio Rodríguez Romero, encargado de Diputación para la difusión de la música en aquella época. Tampoco se me olvidará la labor de otros muchos, pero el comienzo se dio así.
Se interprete como quiera que sea, la historia se escribe sola, y lo hace como lo hace porque ella manda. La verdad, si es que existe, se acerca mucho a lo aquí descrito, cualquier otra opción confusa en conciencia se aleja del respeto que la historia merece.